Un encuentro inesperado que cambió todo
En la tranquila madrugada del pasado martes, en las calles de Ourense, dos agentes de Tráfico de la Guardia Civil, José Antonio Carnero e Isaac Lamela, se encontraron en una situación que jamás imaginaron vivir en su larga trayectoria como defensores del orden. A medida que patrullaban por la ciudad de As Burgas, un coche que avanzaba con insistentes bocinazos captó su atención y se detuvo bruscamente a su lado. De él emergió una mujer, visiblemente alterada, llevando en sus brazos a un pequeño bebé, apenas un recién nacido de diez días, cuyo frágil cuerpo colgaba inerte y cuya piel ya mostraba un preocupante color azulado.
La gravedad de la situación era evidente. La mujer, en un estado de desesperación absoluta, se aproximó a los agentes con lágrimas en los ojos y una súplica muda de ayuda. José Antonio, sin dudar un segundo, se hizo cargo del bebé mientras su compañero Isaac aseguraba la zona. Este momento de urgencia absoluta exigía una respuesta rápida y decidida.
El milagro de la vida
El agente Carnero, con la serenidad y el conocimiento que solo la experiencia puede otorgar, inició de inmediato maniobras de reanimación en el pequeño. Aplicó la maniobra de Heimlich adaptada a la delicada anatomía del bebé, logrando que éste expulsara un poco de leche que obstruía sus vías respiratorias, y, de manera casi mágica, el aire comenzó a fluir nuevamente en sus diminutos pulmones. “Gracias a dios tenemos unos conocimientos básicos de reanimación cardiopulmonar”, reflexiona Carnero con modestia, reconociendo la importancia de su formación en ese momento crucial.
En cuestión de minutos, el bebé, que parecía perdido, mostró señales de vida, devolviendo un atisbo de esperanza a su aterrada familia. Sin perder tiempo, los agentes decidieron trasladar ellos mismos al pequeño y a sus familiares al hospital más cercano, apenas a 500 metros de distancia. Allí, el pequeño Víctor José, como se llama el bebé, fue internado para someterse a más pruebas que determinaran la causa de su repentina crisis.
Un ángel de la guarda modesto
Mientras tanto, Yénifer Gutiérrez, la joven madre del bebé, apenas puede contener las lágrimas al recordar esos angustiosos momentos. La gratitud y la emoción la desbordan cuando habla del agente Carnero, a quien describe sin dudarlo como “su ángel de la guarda”. La imagen de su pequeño inerte, que parecía haberle sido arrebatado por el destino, contrasta ahora con la realidad de tenerlo nuevamente en sus brazos, respirando y lleno de vida.
Por su parte, José Antonio Carnero, con la humildad que caracteriza a los verdaderos héroes, insiste en que solo cumplió con su deber y que no es ningún ángel. “Soy una persona normal”, asegura, destacando que cualquier otro de sus compañeros habría hecho lo mismo en su lugar. A pesar de su modestia, es innegable que el vínculo creado entre él y el pequeño Víctor José es especial. “Se ha llevado un cacho de mi corazón”, confiesa, en un gesto que refleja la humanidad que trasciende su uniforme.
Una lección para todos
Este episodio no solo ha dejado una huella imborrable en la vida de quienes estuvieron presentes, sino que también nos recuerda la importancia de estar preparados para actuar en situaciones de emergencia. Carnero destaca que la técnica de reanimación, aunque distinta en un bebé, es algo que todos deberíamos aprender, ya que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte en apenas unos segundos.
El pequeño Víctor José, ajeno al revuelo que ha causado su rescate, ahora descansa bajo el cuidado de los médicos, mientras su familia sigue asimilando el milagro de su supervivencia. Este es, sin duda, un capítulo que quedará grabado en la memoria de todos los involucrados, un testimonio de cómo la rapidez, el conocimiento y la humanidad pueden converger en el momento exacto para salvar una vida.