Un crítico gastronómico visita el restaurante de Arguiñano y tiene una sentencia clara

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Un influencer gastronómico visita el restaurante de Karlos Arguiñano

Pablo Cabezali es un creador de contenido que se dedica a probar y valorar restaurantes en sus redes sociales. Tiene más de 600.000 seguidores en YouTube y más de 700.000 en TikTok, donde comparte sus experiencias culinarias. En uno de sus últimos vídeos, se atrevió a visitar el Restaurante Karlos Arguiñano, situado en el Hotel Ka de Zarautz, en la provincia de Guipuzkoa. El local pertenece al famoso chef de televisión, conocido por su cocina tradicional y su lema «rico, rico y con fundamento».

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Cabezali grabó su comida en el salón del restaurante, que tiene unas vistas espectaculares al mar. Allí, según cuenta, solía servir el propio Arguiñano antes de dedicarse a la pequeña pantalla. El influencer describe el ambiente como «clásico», con un mobiliario que le recuerda al de «la casa de mi abuela». Su vídeo ha tenido una gran repercusión, superando las 90.000 visualizaciones en YouTube.

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Una crítica mixta a los platos del restaurante

El influencer gastronómico no escatimó en pedir platos para probar la cocina del restaurante. Degustó un total de diez elaboraciones, de las cuales algunas le gustaron más que otras. Entre las que no le convencieron, destacan la ensalada de txangurro, que le pareció «demasiado amarga» y «no muy buena», y la tarta de queso, que le resultó «algo densa».

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Sin embargo, también hubo platos que le sorprendieron gratamente, como las pochas con almejas, que le parecieron «muy ricas», aunque le hubiera gustado tener más almejas; el pulpo ajoblanco, que le encantó por su «textura, punto y sabor»; el magret de pato, que calificó de «matrícula de honor» por su «crujiente»; la chuleta de vaca, que le impresionó por su «punto perfecto» y su «temperatura adecuada»; y la copa de Eva, un postre creado por la hermana de Arguiñano, que le deleitó con su «mousse de queso» que parecía «nata montada».

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Una nota discreta para el restaurante

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Tras comer tanto, Cabezali reconoce que se ha puesto «como el kiko», expresión que hace referencia al apodo del cocinero. A la hora de pagar, le cobran 137,70 euros, una cantidad que considera razonable por la «relación calidad-precio» del restaurante. No obstante, su valoración final no es muy entusiasta. Le da una nota de 6 o 6 y medio sobre 10, y define el restaurante como «sencillo», sin «grandes platos».

Su crítica ha generado opiniones encontradas entre sus seguidores. Algunos coinciden con él en que el restaurante no es nada del otro mundo, mientras que otros le reprochan que no sepa apreciar la cocina tradicional de Arguiñano, basada en el producto y sin complicaciones. Uno de ellos le dice que «aburrido» no es el adjetivo adecuado para describir la carta del restaurante, que ofrece varios menús para todos los gustos.

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